Educación Ambiental

Compartimos con vosotros la reflexión que ha hecho Carlos Jerez, profesor del Departamento de Ciencias del Centro de Magisterio La Inmaculada, en Granada, sobre un Curso de Formación de Educadores Ambientales, que lo animamos a hacer en nombre del Instituto Laudato si.

El pasado mes de marzo se celebró en Granada la XIV edición del curso de formación de Educadores Ambientales, del que tuve la oportunidad de participar gracias al Instituto Luadato si. El curso, organizado e impartido por la Asociación Española de Educación Ambiental (AE-EA), se desarrolló durante tres intensos fines de semana en los que los participantes pudimos realizar una auténtica inmersión en el mundo de la Educación Ambiental.

Se desarrollaron tanto contenidos teóricos como prácticos, con una metodología activa y participativa que en gran medida facilitó la integración de los diferentes conceptos por parte de los asistentes.
Los temas ambientales no tienen costumbre de dejar indiferente a nadie. De hecho, no es difícil encontrar en la sociedad actual personas que consideran que las diferentes noticias relacionadas con el cambio climático responden sencillamente a mensajes alarmistas lanzados por científicos extremistas, políticos con impuros intereses o grandes empresas que esperan hacer negocio con la «cultura de lo verde».

La realidad es que las diferentes acciones humanas tienen consecuencias, esperemos que reversibles, sobre el medio ambiente y el clima. La clave reside en la sostenibilidad de los diferentes sistemas de producción, de los medios de transporte, de la explotación de recursos, de eliminación de desechos, etc., en definitiva, de los hábitos de vida de cada uno de nosotros.

Cuando uno bucea un poco en las diferentes redes que funcionan para producir y repartir energía, alimentos y otra serie de bienes materiales, resulta evidente la interconexión entre los grandes problemas medioambientales y nuestros hábitos cotidianos. La Educación Ambiental en este sentido tiene mucho que decir. En este sentido, las personas que tenemos la suerte de poder dedicarnos a la docencia tenemos tanto el deber como la responsabilidad de hacer en nuestras clases Educación Ambiental con mayúsculas.

Cada docente, desde su área específica de conocimiento tiene en su mano la capacidad de concienciar a cientos de agentes ambientales en unos pocos años de servicio. Aquellos que tenemos además en nuestras aulas a los futuros docentes del mañana, tenemos que ser conscientes de que los frutos de nuestro trabajo se multiplicarán exponencialmente en un tiempo récord, aunque sea de manera indirecta, en la medida en la que consigamos llegar tanto al corazón como al intelecto de nuestros discentes. Sólo de esta manera podemos crear auténticos educadores ambientales que en el futuro cercano transmitan a los jóvenes la importancia de cuidar y respetar esta «casa común» que generosamente nos acoge a todos.


Tras finalizar el curso, me surgen numerosas ideas que tratan de salir a empujones de mi cabeza para materializarse en proyectos que desarrollar con la ayuda y la colaboración de todo el que quiera sumarse. Tenemos por delante la oportunidad de construir la sociedad del futuro, de trabajar hoy los valores de los ciudadanos del mañana. De nosotros depende, que esos valores estén más o menos inclinados hacia la sostenibilidad, el respeto por el medio ambiente y el cuidado de nuestra «casa común».