Elogio a Laudato Si’

D. Ildefonso Fernández-Fígares Vicioso

La creación nos llama la atención y a la atención. Sería cerca de cumplir su primer año de vida cuando uno de mis sobrinos, a quien sostenía y medio jugueteaba en brazos, de repente elevó su cabeza y fijó su mirada hacia lo alto… cosas de niños, pensé. En un primer momento no le di mayor importancia… cosas de adultos, pensaría él. Sin embargo, pasaron algo así como un par de minutos—una eternidad en el tiempo pueril—y seguía fijamente mirando. Entonces sí, abajé mi razón y elevé mi corazón; lo elevé hacia donde miraba él y, con él, pudimos volar. Entonces sí, vi y miré; miré las altas copas de un conjunto de esbeltos y frondosos álamos contorneándose rítmicamente a merced de su amigo el viento.

Entonces sí, oí y escuché; escuché el aplauso corporal de miles de hojas enramadas que querían vencer la ruidosa y solitaria sordera de nuestras almas. Entonces sí, contemplé y oré; oré la oración que aquel trocito de creación, encajonada sobre el asfalto y la estrechez de aquella calle urbana, pero abriéndose paso, como en carne viva, por encima de la dura piel de los edificios, elevaba a Dios una alabanza que sólo los niños y aquellos que se hacen como niños (Mt 18, 3) perciben y participan. Aquellos árboles repletos de hojas que bailaban, al son del viento, el vals de la vida y dejaban pasar juguetonamente la luz del sol, llamó la atención de mi sobrino y, a través suya, me llamaron a la atención, a que prestase atención. Aquello que me sucedió es lo que Laudato si’ aspira a ser para todos aquellos que se acerquen a este documento eclesial con el corazón y la mente abiertos, sin prejuicios: un despertar, desde la vida del mundo y los hombres que nos rodean, a la Vida de Dios. 

Hace hoy cinco años que el Papa Francisco, y con él toda la Iglesia, poniendo su mirada en la creación que Dios nos ha regalado para que la disfrutemos, dispongamos, y custodiemos, nos invitaba con su encíclica Laudato si’ a que elevásemos nuestros corazones a Dios. Para esto, el hombre moderno necesita abajar su dura y excesivamente autónoma razón y recuperar la santa y sana humildad (LS, 224); aquella que es capaz de elevarlo, con la ayuda de la gracia de Dios, al fin para el que ha sido creado y del que la creación misteriosamente nos habla. No es por tanto un documento ecologista si por ecologismo entendemos una comprensión meramente material e inmanente del mundo. Es un escrito sobre Dios y sobre el hombre donde la cuestión ecológica aparece como puente y vínculo entre ambos—como lugar teofánico por excelencia. Porque la creación habla del Creador, su gramática es divina, y a través de ella percibimos algo de la trascendencia que empapa toda la realidad, sentimos algo de la belleza, de la verdad, y de la bondad de Dios.

Como toda palabra que la Iglesia dirige al mundo, Laudato si es un documento eminentemente kerygmático, de naturaleza social y evangelizadora pues, a través del evangelio de la creación, también Dios se revela a la humanidad como el Dios providente y misericordioso que, devolviéndonos a la comunión con el orden creado, quiere hacernos partícipes de su ser. En cierto modo, la expectación de la propia creación que “está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8, 19) anuncia la Buena Noticia de Cristo Resucitado quien haciendo todas las cosas nuevas—Él es el evangelio de la re-creación—nos llama a la conversión para que, estando atentos y llenos de asombro por el mundo que nos rodea, creamos en Él y acojamos el don de Dios; y así, transformados, lo hagamos vida en nosotros, lo hagamos tarea y servicio que construya el reino de Dios entre nosotros.

Feliz quinto aniversario de Laudato si’ a todos.

D. Ildefonso Fernández-Fígares Vicioso es Vicerrector del Seminario Mayor «San Cecilio» y profesor de Doctrina Social de la Iglesia y Antropología Teológica en el Instituto de Teología «Lumen Gentium». Es también miembro fundador el Instituto Laudato Si’.

1 comentario en «Elogio a Laudato Si’»

  1. ¡Me ha encantado! Estoy totalmente de acuerdo con D. Ildefonso. Recomiendo encarecidamente leer y meditar este documento sin reducirlo a una simplista “defensa del medio ambiente”. La conversión ecológica a la que el Papa nos invita va mucho más allá, nos invita a re-aprender a mirar, valorando todos los dones que el Señor a puesto a nuestra disposición incluyendo claro está la naturaleza, así como también la cultura, la fe, la vida humana, la familia… Conversión es la palabra permanente del Evangelio y ha de ser entendida en un sentido totalitario, que abarque todas las realidades de la persona. Esta conversión se traduce en nuestra vida diaria en cómo establecemos nuestras prioridades y las decisiones que tomamos. En definitiva, en cómo vivimos. Recomiendo especialmente la sección titulada “Gozo y paz”. Leedla, ¡os encantará! . Merece totalmente el tiempo invertido. Cuando lo leáis no podréis evitar compartirlo como me pasó a mí.

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