Alfonso Aguilar González, Ph.D.
Artículo para el blog del Instituto Laudato si’ de la Archidiócesis de Granada
El Papa Francisco ha profundizado en la conciencia ecológica particularmente con las encíclicas Laudato si’ (2015) y Fratelli tutti (2020), que podríamos llamar las chartæ magnæ ecología natural y humana.

La conciencia ecológica se funda sobre una filosofía apropiada acerca de su objeto: el mundo natural y el mundo humano, realidades esencialmente relacionales. Por eso, la filosofía ecológica debe ser relacional. Hablemos de la noción metafísica de relacionalidad y de su aplicación a la ecología a la luz de varios textos del Papa Francisco.
1. La noción metafísica de «relacionalidad»
Todo ente es relacional. Ser es ser en relación. La relacionalidad es la interioridad comunitaria-receptiva-comunicativa de un ente. Cuenta con una doble dimensión: inmanente y trascendente.
Por la dimensión inmanente o «amor natural de sí» un ente se relaciona consigo mismo:
- (1) al actualizar su propia existencia (esse in),
- (2) al unificar su propio ser (esse cum) y
- (3) al realizar su propia naturaleza (esse trans).
Por la dimensión trascendente o «amor natural hacia otros», un ente se relaciona ad extra:
- (1) al dinamizarse junto con otros (esse apud),
- (2) al recibir influjos de otros (esse ab) y
- (3) al comunicarse con otros (esse ad).
La relacionalidad es, pues, un trascendental por las siguientes razones:
- (1) el significado de relacional no implica imperfección en sí mismo;
- (2) está analógicamente presente en todo lo que existe;
- (3) es una noción evidente a la razón misma que no requiere de la ayuda de la revelación cristiana;
- (4) cuenta con una ratio propia, distinta de la ratio de los demás trascendentales.
En efecto, cuanto más un ente es, más relacional es: más profunda es su interioridad y más cuantiosas y cualitativas son sus interacciones con otros entes. Por su capacidad relacional ad intra y ad extra constatamos las diferencias ontológicas entre un ser inorgánico, un ser vegetativo, un animal y una persona humana.
2. La conciencia ecológica relacional

Cada ente es relacional porque es creación de un Dios trinitario: un Dios esencialmente Relacional y Amor. El ser humano es el más relacional, ya que ha sido creado a imagen y semejanza del Dios Relacional. «El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos» (Francisco, exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 178).
«Las Personas divinas son relaciones subsistentes, y el mundo, creado según el modelo divino, es una trama de relaciones. Las criaturas tienden hacia Dios, y a su vez es propio de todo ser viviente tender hacia otra cosa, de tal modo que en el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de constantes relaciones que se entrelazan secretamente»
(Francisco, encíclica Fratelli tutti, 240. A partir de ahora citaremos este documento con las siglas FT).
No sólo los entes singulares son relacionales. También el cosmos es una sinfonía de interacciones de comunión, receptividad y comunicabilidad. No existen seres aislados. Ser solitario es no ser. Todos dependen de y se benefician unos de otros. Con términos sencillos lo expresaba bien san Francisco de Asís en su Cántico de las criaturas: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba» (Fonti Francescane 263).
Dañar la naturaleza es dañar a la humanidad, como demuestran, por ejemplo, los grandes problemas de salud causados por la deforestación, la polución, la contaminación de las aguas, las malas condiciones higiénicas y artificiales condiciones de vida de animales comestibles. La OMS calcula que cada año fallecen siete millones de personas por la polución urbanística.
Si esto es verdad en la naturaleza, lo es aún más en el ser humano, única creatura del universo amada por sí misma y destinada a amar toda la realidad. Como nos ha mostrado la pandemia del Covid-19, nadie se salva solo.
«Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. […] Descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos»
(Francisco, Momento extraordinario de oración en tiempos de epidemia, 27 de marzo de 2020).
Nos necesitamos mutuamente para todo: alimentación, vestido, vivienda, tecnología, medicina, educación, cultura, organización económica, social, política y religiosa. «Quien quiera salvarse solo se perjudicará a sí mismo y dañará a sus hermanos» (Carta del Arzobispo de Granada Francisco Javier Martínez Fernández, Día de la Iglesia Diocesana, 8 de noviembre de 2020).
3. La ecología relacional
Las relaciones entre la naturaleza y el hombre y las relaciones entre los seres humanos no deben reducirse a prácticas utilitaristas y a intereses ventajosos. Si nos hermana el ser y la relacionalidad, si fuimos creados para amar y ser amados, nuestra interacción con la naturaleza y con la humanidad debe ser, como enseñaba el Pobre de Asís, de fraternidad: tejida de admiración, protección, ternura, caridad.

En su Cántico de las criaturas san Francisco trataba de «hermano» o «hermana» al sol, la luna y las estrellas, el viento, el agua, el fuego, nuestra madre tierra y nuestra muerte corporal. El santo «se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne» (FT, 2). Por eso, se dirigía a todos con la expresión fratelli tutti y declaraba feliz a quien ame al otro «tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él» (Admoniciones, 25: Fonti Francescane 175; cf. FT, 1).
El fundador de los franciscanos había comprendido que la máxima expresión de la relacionalidad, el amor, era lo mejor para la naturaleza y para el hombre. Las múltiples conexiones que existen entre las criaturas «nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia realización. Porque la persona humana más crece, más madura y más se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad» (FT, 240).
4. Conversión ecológica basada en una ecología relacional
Como afirmaba el Papa, «necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como una familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para vencer las amenazas contra nuestra casa común. “La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común” (Laudato Si’, 164)» (Francisco, audiencia general en el 50º Día Mundial de la Tierra, 22 de abril de 2020).

Esta conversión requiere una metafísica de la relacionalidad, que supere los vicios del egoísmo anti-ecológico – materialismo, individualismo, capitalismo salvaje, cultura del descarte, desprecio de la naturaleza y de los derechos humanos – y promueva las virtudes relacionales ecológicas fundadas en el amor: fraternidad, caridad, solidaridad, opción preferencias por los pobres y marginados, reciclaje, respeto de la naturaleza y de los derechos humanos.
La conciencia y la conversión ecológicas son frutos de una filosofía relacional que nos invita a vivir nuestra vocacional relacional en su máxima expresión, como fratelli tutti.